VIERNES DE LA QUINTA SEMANA DE CUARESMA
Leer textos: Jeremías 20,10-13/ Salmo 17/ Juan 10,31-42
Reflexión:
¿Sufrir para qué?
Hoy es el ultimo viernes de Cuaresma, día en que la liturgia nos invita de manera especial para hacer actos de piedad: orar, dar limosna, hacer ayuno… Desde el primer día, miércoles de Ceniza, hemos insistido en que no se trata simplemente de privarse por privarse, o sacrificarse para que la gente nos vea y digo que somos buenos creyentes. Todas las practicas cuaresmales tienen un punto en común, y éste es el de la conversión personal, profunda, mas allá de las apariencias sociales.
En la primera lectura hemos escuchado una de las confesiones o lamentaciones del profete Jeremías, quien se siente engañado por Dios e impotente ante Él; desesperado por las críticas y amenazas de sus enemigos, maldice el día en que nació. Pero aún en medio de sus angustias, reconoce con fe, o quizá con ironía, el poder salvador del Señor, aunque de momento no perciba la esperada respuesta salvadora.
Al igual que el profeta, Jesús tuvo que enfrentar muchas criticas y amenazas por hablar abiertamente y proclamar una doctrina profunda, crítica ante los simples legalismos religiosos, que a los oídos de las autoridades religiosas de su tiempo sonaban como palabras blasfemas y escandalosas.
Las autoridades del pueblo exigen que les responda de una vez por todas para saber si Él es el Mesías. La respuesta es afirmativa, pero les echa en cara que no le crean, aun viendo las obra que hacía. Luego lo quieren apedrear por haber dicho: “El Padre y Yo somos una misma cosa”. Para defenderse, Jesús les recuerda las palabras del salmo 82 en el que se dice literalmente: “Ustedes son dioses”, haciendo referencia a los jueces, los cuales son llamados “dioses”, por ejemplo el juicio, que es un privilegio divino: Dt 1,17; 19,17; con esto demostraba que sus palabras no eran una blasfemia, puesto que lo dice la Escritura; y junto con esto estaba la prueba de sus obras. Una vez mas, Jesús se libró del castigo, “porque no había llegado su hora”. Pero sabe que mas adelante tendrá que enfrentar el suplicio de la cruz.
Tanto de las palabras de Jeremías, como de la situación de Jesús en el evangelio de hoy, también nosotros, en los momentos difíciles de la vida, podemos hacer la pregunta: “¿Por qué sufrir? ¿Por qué yo?”. No bastarán las palabras para encontrar una respuesta satisfactoria y tal vez el mejor argumento lo tienen cada persona que ha sido capaz de encontrar salida en esa situaciones difíciles.
Cristo “se acercó al mundo del sufrimiento humano por el hecho de haber asumido este sufrimiento en sí mismo” (Salvifici doloris, 16): se hizo en todo semejante a nosotros, excepto en el pecado (Heb 4,15; 1Pe 2,22), asumió nuestra condición humana con todas sus limitaciones, incluida la muerte (Flp 2,7-8), ofreció su vida por nosotros (Jn 10,17; 3,16) para que vivamos la vida nueva en el Espíritu (Rm 6, 4; 8,9-11).
A veces sucede que, bajo el peso de un dolor agudo e insoportable, alguien se dirija a Dios con una queja, acusándole de injusticia; pero la queda muere en los labios de quien contempla el Crucificado que sufre “voluntaria en inocentemente” (Salvifici doloris, 18) ¡No se puede acusar a un Dios solidario con los sufrimientos humanos! Y la próxima semana, nos dará la oportunidad de reflexionar sobre esta realidad tan difícil y tan cercana a nuestra vida.
Oración personal:
Querido Dios, tantas veces me he quejado y te he reclamado ante el dolor y el sufrimiento que ha sucedido en mi vida. Hoy te pido perdón por eso. No quiero quejarme mas, no quiero preguntar porque a mí Señor si no mas bien, aprender a buscar lo que a través de ese sufrimiento me estas diciendo o enseñando. Se que solo puedo hacer esto con tu ayuda porque yo soy débil Señor. Dame tu gracia que eso me bastará para aceptar tu Voluntad. Amen!
Propósito:
Evitar ser causa de sufrimiento para los demás con nuestras actitudes, acciones, palabras.