SABADO DE LA TERCERA SEMANA DE CUARESMA
Leer textos: Oseas 6,1-6/ Salmo 50/ Lucas 18,9-14
Reflexionemos:
Dos hombres subieron a templo a orar.
Las palabras del profeta Oseas expresan el sentir de pueblo que, ante la dificultad y la prueba, se proponen volver al camino de Dios, confiando en que es misericordioso, bondadoso y justo; perdona, cura y recibe a todo aquel que se lo pide con sincero con razón (Os 6,1-3). Pero también expresa, por la misma boca del profeta, el sentir de Dios, quien les echa en cara la conversión superficial y pasajera, diciendo, “Su amor es como la neblina de la mañana o como el rocío que al salir el sol se evapora” (Os. 6,4). Por eso el profeta señala que una religión basada en practicas externas no basta, “Dios quiere misericordia y no sacrificios”.
Por su parte, la parábola del evangelio nos pone un ejemplo claro de lo que significa el arrepentimiento y la conversión; y la diferencia entre una religión y transforma la vida y otra que solamente crea falsas ilusiones de ser justos, rectos, santos. Esta parábola de los dos hombres que suben al templo a orar, tiene una motivación clara: “Dado que algunos presumían de ser justos y por eso despreciaban a los demás, Jesús les dio…” Dos personas fueron al templo a orar, el primero era fariseo, fiel cumplidor de la ley y orgulloso de ser considerado bueno; el segundo era un publicano, recaudador de impuestos, considerado por eso un pecador publico. La actitud del primero podría parecer correcta, pues oraba; lo malo fue que su oración se convirtió en desprecio hacia los demás y vanagloria de si mismo. Tal vez tenia una autoestima demasiado alta y por eso se permitía incluso señalar al publicano quien, sentado en el ultimo rincón del templo, no se atrevía siguiera a levantar la mirada y simplemente pedía perdón.
Las diferencias son notables en esos dos ejemplos; los cuales representan dos formas de ser creyentes, dos formas de vivir la religión. Una, con prácticas externas y falsas consideraciones sobre si mismo, y la otra, mas sencilla, sin tantos aspavientos, la de aquellos que se reconocen seres limitados y necesitados de ayuda, pero siempre están dispuestos a superar y ser mejores.
La pregunta clave para nuestra reflexión es: ¿Con cuál de las dos nos identificamos nosotros? ¿Después de ir al templo, regresamos justificados a nuestras casas?
Oración personal:
Señor, dame la humildad que necesito para reconocer mi nada ante tu grandeza. Que nunca pretenda hacer menos a los demás sintiendo que soy mejor que mis hermanos ante tus ojos. Con tu gracia Señor se que podré! Amen!
Propósito:
Reconoceré mis limites y defectos personales, pero dispuesto a superarlos con los dones que he recibido.