Homilía hoy en Casa Santa Marta
La batería del cristiano para dar luz es la oración, Es lo que ha afirmado Papa Francisco en la Misa celebrada esta mañana en la Casa Santa Marta. El Pontífice ha advertido a los cristianos a que no sean sal insípida y añadió que hay que “vencer la tentación de la espiritualidad del espejo”, por la que se preocupan más de iluminarse a sí mismos que llevar a los demás la luz de la fe.
Luz y sal. Jesús, ha dicho Francisco comentando el Evangelio del día, habla siempre “con palabras fáciles, con comparaciones fáciles, para que todos puedan entender el mensaje”. De aquí la definición del cristiano que debe ser luz y sal. Ninguna de las dos cosas, observó el Papa, es algo en sí misma. “La luz es para iluminar a otro; la sal para dar sabor, conservar otra cosa”:
La batería del cristiano para dar luz es la oración
Pero ¿cómo puede ser luz o sal el cristianos y no consumirse? ¿Conseguir que no se termine el aceite para encender la lámpara?
“¿Cuál es la batería del cristiano para dar luz? Sencillamente la oración. Puedes hacer muchas cosas, muchas obras, obras de misericordia, muchas cosas grandes por la Iglesia, una universidad católica, un colegio, un hospital… incluso te harán un monumento como benefactor de la Iglesia… Pero si no rezas todo se hará oscuro. ¡Cuántas obras se convierten en oscuras, por falta de luz, por falta de oración. Lo que lo mantiene, lo que da vida a la luz cristiana, lo que ilumina es la oración”.
La oración “en serio”, advirtió, “la oración de adoración al Padre, de alabanza a la Trinidad, la oración de agradecimiento, también la oración de pedir cosas al Señor, pero la oración desde el corazón”.
El cristiano da sabor a la vida de los demás con el Evangelio
Este, ha dicho, “es el aceite, la batería que da luz”. También la sal, prosiguió, no se da sabor a sí misma”.
“La sal se convierte en sal cuando se da. Y esta es una actitud del cristiano: darse, dar sabor la vida de los demás, dar sabor a muchas cosas con el mensaje del Evangelio. Darse. No conservarse a uno mismo. La sal no es para el cristiano, es para darla. La tiene el cristiano para darla, es sal para darse, no para uno mismo. Los dos, es curioso esto, luz y sal, son para lo demás, no para sí mismos. La luz no se ilumina a sí misma, la sal no se da sabor a sí misma.
Cierto, observó, nos podríamos preguntar cuánto durarán la sal y la luz si siempre están dándose a los demás. Allí, esta es la respuesta de Francisco, entra “la fuerza de Dios, porque el cristiano es sal dada por Dios en el Bautismo”. “Es algo que se te ha dado como regalo y se te sigue dando si continúas dándola a los demás, iluminando y dando. Y no termina nunca”.
Abstengámonos de la tentación de “la espiritualidad del espejo”
Esto es lo que sucede en la Primera Lectura a la viuda de Sarepta que se fía del profeta Elías y así su harina y su aceite no se terminan nunca. Por tanto, el Papa ha dirigido su atención a la vida presente del cristiano: “Ilumina con tu luz, pero defiéndete de la tentación de iluminarte a ti mismo. Defiéndete de la tentación de cuidarte a ti mismo. Sé luz para iluminar, sé sal para dar sabor y conservar”.
La sal y la luz, afirmó de nuevo, “no son para sí mismas”, son para darlas a los demás “en buenas obras”. Y así, exhortó, “resplandezca vuestra luz ante los hombres. ¿Para qué? Para que vean vuestras obras buenas y den gloria a vuestro Padre que está en los Cielos. Es decir: devolverle a Él que te ha dado la luz y la sal”. “Que el Señor nos ayude en esto, retomó el Papa, cuidar la luz pero no la escondáis, ponedla en alto”. Y en cuanto a la sal, “dad la justa, lo que es necesario, pero dadla”, porque así crece. “Estas son las buenas obras del cristiano”.
Fuente: es.aleteia.org