Sábado de la trigésima semana del tiempo ordinario
Evangelio según San Lucas 14,1.7-11.
Y al notar cómo los invitados buscaban los primeros puestos, les dijo esta parábola:
“Si te invitan a un banquete de bodas, no te coloques en el primer lugar, porque puede suceder que haya sido invitada otra persona más importante que tú,
y cuando llegue el que los invitó a los dos, tenga que decirte: ‘Déjale el sitio’, y así, lleno de vergüenza, tengas que ponerte en el último lugar.
Al contrario, cuando te inviten, ve a colocarte en el último sitio, de manera que cuando llegue el que te invitó, te diga: ‘Amigo, acércate más’, y así quedarás bien delante de todos los invitados.
Porque todo el que ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado”.
Reflexionemos
«El que se humilla será enaltecido»
La humildad no consiste sólo en desconfiar de nosotros mismos, sino también de confiarnos a Dios; desconfiar de nosotros y de nuestras propias fuerzas produce la confianza en Dios, y de esta confianza nace la generosidad de espíritu. La santísima Virgen, nuestra Señora, nos ha dado un remarcable ejemplo al pronunciar estas palabras: «he aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38). Al decir que es la esclava del Señor hace el acto de humildad más grande que jamás se pueda hacer, de tal manera que ante las alabanzas que le dice el ángel – que será madre de Dios, que el niño que saldrá de su seno será llamado Hijo del Altísimo, una gran dignidad que jamás se haya podido imaginar- ella contrapone a todas estas alabanzas y grandezas su bajeza e indignidad diciendo que es la esclava del Señor. Pero notemos que después de haber hecho este acto de humildad, inmediatamente practica una generosidad muy grande, diciendo: «Hágase en mí según tu palabra». Es verdad, ella quería decir, que no soy, de ninguna manera, capaz de esta gracia teniendo en cuenta de lo que soy por mí misma, pero en tanto que lo que en mí hay de bueno es de Dios y lo que tú me dices es su santísima voluntad, creo que esto se puede hacer y se hará; y sin dudar en absoluto, dice: «Hágase en mí según tu palabra».
San Francisco de Sales (1567-1622)
obispo de Ginebra y doctor de la Iglesia