Sábado de la séptima semana del tiempo ordinario
Evangelio según San Marcos 10,13-16.
Le trajeron entonces a unos niños para que los tocara, pero los discípulos los reprendieron.
Al ver esto, Jesús se enojó y les dijo: “Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos.
Les aseguro que el que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él”.
Después los abrazó y los bendijo, imponiéndoles las manos.
Reflexionemos
Beato Guerrico de Igny (c. 1080-1157), abad cisterciense
1er sermón para la Navidad
Acoger el Reino de Dios como un niño
Nos ha nacido un niño: el Dios de toda majestad, se anonadó a sí mismo, se hizo semejante a nosotros no sólo tomando el cuerpo terrestre de los mortales, sino aún más, haciéndose a la edad de un niño, cargado de debilidad y pequeñez. ¡Bienaventurada infancia, cuya debilidad y simplicidad son más fuertes y más sabias que todos los hombres! Porque, en verdad, la fuerza de Dios y la sabiduría de Dios llevan a cabo aquí su obra divina a través de nuestras realidades humanas. Sí, la debilidad de este niño vence al príncipe de este mundo; rompe nuestras ataduras y nos libera de nuestra cautividad. La simplicidad de este niño, la cual parece muda y faltada de palabra, vuelve elocuentes las lenguas de los hijos; les hace hablar con el lenguaje de los hombres y de los ángeles… Este niño parece ignorante pero es quien enseña la sabiduría a los hombres y a los ángeles, él que, en realidad, es… la Sabiduría de Dios y su Verbo, su Palabra.
¡Oh santa y dulce infancia, que devuelves a los hombres la verdadera inocencia gracias a la cual a cualquier edad se puede regresar a la bendita infancia y asemejarse a ella, no por la pequeñez de sus miembros, sino por la humildad de corazón y la suavidad de su comportamiento! Indudablemente, vosotros los hijos de Adán, que sois tan grandes a vuestros propios ojos…, si no os convertís y no os hacéis como ese niño, no entraréis en el Reino de los cielos. «Yo soy la puerta del Reino», dice ese niño. Si la altura de los hombres no se inclina, esta humilde puerta no los dejará entrar.