Evangelio según San Juan 15,9-17.
Jesús dijo a sus discípulos:
«Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor.
Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
Les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto.»
Este es mi mandamiento: Amense los unos a los otros, como yo los he amado.
No hay amor más grande que dar la vida por los amigos.
Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando.
Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre.
No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero. Así todo lo que pidan al Padre en mi Nombre, él se lo concederá.
Lo que yo les mando es que se amen los unos a los otros.»
Reflexionemos
San Vicente de Paúl (1581-1660), presbítero, fundador de la Congregación de la Misión y las Hijas de la Caridad
Entrevistas con las Hijas de la Caridad, conferencia del 31 de julio de 1634. (Trad. ©Evangelizo.org)
«Ámense los unos a los otros»
La manera de observar su reglamento es viviendo con gran cordialidad y caridad las unas hacia las otras. Las personas que han sido escogidas para efectuar un mismo ejercicio deben también estar unidas en toda cosa. Estas hijas han sido escogidas para cumplir un propósito; sin embargo el edificio no durará si no se aman las unas a las otras, es ese vínculo el que impedirá que se derrumbe. Nuestro Señor dijo a sus Apóstoles: «Ustedes, mis apóstoles, si desean el propósito que he tenido de toda la eternidad, manténganse en gran caridad.»
Hijas mías, ustedes están inválidas, es cierto, pero soporten las imperfecciones las unas de las otras. Si no lo hacen, el edificio se derrumbará, y otras serán puestas en sus lugares. Y porque puede haber antipatías, será bueno que cambien, con el permiso de los superiores, y el buen gusto de las damas superioras. San Pedro, San Pablo y san Bernabé tuvieron diferencias. Es por esto que no hay que sorprenderse si unas pobres niñas inválidas como ustedes pueden tener también tenerlas. Se debe tener la disposición de ir adónde quiera que les ordenen ir, e incluso pedirlo y decir: «Yo no soy ni de aquí ni de allá, sino de cualquier lugar adónde a Dios le agrade que esté.»