Domingo de la quinta semana de Cuaresma
Evangelio según San Juan 12,20-33.
Entre los que habían subido para adorar durante la fiesta, había unos griegos
que se acercaron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le dijeron: “Señor, queremos ver a Jesús”.
Felipe fue a decírselo a Andrés, y ambos se lo dijeron a Jesús.
El les respondió: “Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser glorificado.
Les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto.
El que tiene apego a su vida la perderá; y el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna.
El que quiera servirme que me siga, y donde yo esté, estará también mi servidor. El que quiera servirme, será honrado por mi Padre.
Mi alma ahora está turbada, ¿Y qué diré: ‘Padre, líbrame de esta hora’? ¡Si para eso he llegado a esta hora!
¡Padre, glorifica tu Nombre!”. Entonces se oyó una voz del cielo: “Ya lo he glorificado y lo volveré a glorificar”.
La multitud que estaba presente y oyó estas palabras, pensaba que era un trueno. Otros decían: “Le ha hablado un ángel”.
Jesús respondió: “Esta voz no se oyó por mí, sino por ustedes.
Ahora ha llegado el juicio de este mundo, ahora el Príncipe de este mundo será arrojado afuera;
y cuando yo sea levantado en alto sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí”.
Jesús decía esto para indicar cómo iba a morir.
Reflexionemos
San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia
Sermón 305, 4to para la fiesta de san Lorenzo (Trad. ©Evangelizo.org)
“No hay amor más grande que dar la vida por sus amigos” (Jn 15:13)
Tu fe reconoce cual es ese grano de trigo que cae en tierra y muerte antes de dar mucho fruto; vive en tu alma; ningún cristiano duda que Cristo no habló de sí mismo…Escúchenme, divinos granos de trigo que se encuentran aquí, de esto no tengo duda…o más bien escuchen a través de mí al primer grano de trigo, que les dice: no amen su vida en este mundo; no la amen si la aman verdaderamente, porque es no amándola que la salvarán…«El que ama su vida en este mundo la perderá.»
Es el grano caído en tierra que habla de este modo, el que murió para dar mucho fruto. Escúchenlo, porque lo que dice, lo hizo. Él nos instruye, y nos muestra el camino por su ejemplo. Cristo, en efecto, no reclamó su vida en este mundo – él vino para perderla, para darla por nosotros, y para retomarla cuando él lo quisiera…:«tengo el poder de entregar mi vida, y el poder de retomarla.» (Jn 10:18)
Entonces ¿cómo es que, disponiendo de un tal poder divino, haya podido decir: «Ahora mi alma está turbada»? ¿Cómo, con un tal poder, ese Hombre-Dios, está turbado, sino porque carga la imagen de nuestra debilidad? Cuando él dice: «tengo el poder de entregar mi vida, y el poder de retomarla», Cristo se muestra tal y como es en él mismo. Pero cuando está turbado ante la muerte que se aproxima, Cristo se muestra tal y como es en ti.