Evangelio Hoy

Tercer Domingo de Cuaresma

Evangelio según San Juan 2,13-25. 

Se acercaba la Pascua de los judíos. Jesús subió a Jerusalén 
y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas sentados delante de sus mesas. 
Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del Templo, junto con sus ovejas y sus bueyes; desparramó las monedas de los cambistas, derribó sus mesas 
y dijo a los vendedores de palomas: “Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio”. 
Y sus discípulos recordaron las palabras de la Escritura: El celo por tu Casa me consumirá. 
Entonces los judíos le preguntaron: “¿Qué signo nos das para obrar así?”. 
Jesús les respondió: “Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar”. 
Los judíos le dijeron: “Han sido necesarios cuarenta y seis años para construir este Templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?”. 
Pero él se refería al templo de su cuerpo. 
Por eso, cuando Jesús resucitó, sus discípulos recordaron que él había dicho esto, y creyeron en la Escritura y en la palabra que había pronunciado. 
Mientras estaba en Jerusalén, durante la fiesta de Pascua, muchos creyeron en su Nombre al ver los signos que realizaba. 
Pero Jesús no se fiaba de ellos, porque los conocía a todos 
y no necesitaba que lo informaran acerca de nadie: él sabía lo que hay en el interior del hombre. 

Reflexionemos

San León Magno (¿-c. 461), papa y doctor de la Iglesia
San León el Grande Sermón 48 (Trad. ©Evangelizo.org)

«El templo del que hablaba era su cuerpo»

Si consideramos lo que el mundo entero ha recibido por la cruz del Señor, reconoceremos que para celebrar Pascuas es justo que nos preparemos ayunando durante cuarenta días…

No son solamente los obispos, los sacerdotes o los ministros de los sacramentos, pero es el cuerpo de la Iglesia en su totalidad, es el conjunto de los fieles que debe purificarse de todo lo que lo mancha, para que el templo de Dios, cuyo fundamento es su fundador mismo (1 Co 3:11.16), sea embellecido en todas sus piedras y luminoso en todas sus partes…Sin duda no se puede comenzar ni terminar la purificación de ese templo sin su constructor; y sin embargo el que lo ha edificado le ha incluso acordado poder encontrar su crecimiento por su propio trabajo. Porque es un material viviente e inteligente que ha servido para la construcción de ese templo, y es el Espíritu de gracia que lo incita a ensamblarse voluntariamente en un solo edificio…

Entonces, puesto que todos los fieles juntos y cada uno en particular forman un sólo y mismo templo de Dios, éste debe ser perfecto en cada uno como debe serlo en su conjunto. Porque aunque la belleza no puede ser idéntica para todos los miembros, ni los méritos iguales en una tan gran diversidad de partes, el vínculo de la caridad obtiene sin embargo la comunión en la belleza. Incluso si no recibieron los mismos dones de la gracia, los que se unen por un santo amor se regocijan juntos de sus bienes; y lo que aman en los demás no puede ser ajeno a ellos puesto que aumentan ellos mismos sus riquezas encontrando su alegría en el progreso de los otros.

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