Martes de la primera semana de Cuaresma
Evangelio según San Mateo 6,7-15.
Jesús dijo a sus discípulos:
Cuando oren, no hablen mucho, como hacen los paganos: ellos creen que por mucho hablar serán escuchados.
No hagan como ellos, porque el Padre que está en el cielo sabe bien qué es lo que les hace falta, antes de que se lo pidan.
Ustedes oren de esta manera: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino, que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido.
No nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del mal.
Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes.
Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes.
Reflexionemos
San Buenaventura (1221-1274), franciscano, doctor de la Iglesia
Comentario sobre el Evangelio según San Lucas. (Trad. ©Evangelizo.org)
«Invocar el nombre del Padre»
Jesús dijo a sus Apóstoles: «Ustedes cuando oren digan: Padre». Es decir, primero invoquen al Padre; digan, pero no solamente con la voz sino también con el corazón, no vaya a ser que se diga de ustedes como en Isaías: «Este pueblo me ofrece tan sólo palabras, y me honra con los labios, pero su corazón sigue lejos de mí» (Is.29:13). Digan no solamente con el corazón sino también con la boca, pues la oración vocal Dios la recibe como lo dice el salmo: « Por mi boca al Señor doy muchas gracias y alabanzas» (Sal. 108:30). Y esto, porque ésta sirve a la vez para despertar la memoria, estimular al somnoliento, encender el deseo, disponer a la obediencia, expresar la alegría, y dar el ejemplo.
Invoquemos entonces el nombre del Padre. En efecto, él es Padre, por su condición de naturaleza según Efesios: «De quien toda paternidad toma nombre en el cielo o en la tierra» (Ef. 3:15). Por eso leemos en Malaquías: « ¿No tenemos todos único padre? » (Ml.2:10). Él es Padre, también, por el don de su gracia; en Romanos «Ustedes recibieron el espíritu propio de los hijos, que nos permite gritar: ¡Abba!, ¡Padre! » (Rm 8:15); y en Gálatas: «Ustedes ahora son hijos, y como son hijos, Dios ha mandado a nuestros corazones el Espíritu de su propio Hijo que clama al Padre: ¡Abbá!, ¡Padre!». También es Padre por la realización de la gloria, según Jeremías: «Me llamarás “Padre mío” y nunca más te apartarás de mí.» (Jr. 3:19).
Entonces ya que, dentro del nombre del Padre, Dios es comprendido como fundador de la naturaleza, dador de gracia y realizador de la gloria, se nos ha dado comprender también que solamente a él debemos pedir.
Mateo y Lucas concuerdan sobre la invocación del nombre del Padre, afín que en ése único nombre, el hombre sea estimulado en la reverencia y en la confianza, dos alas sin las cuales la oración no es eficaz.