Lunes de la primera semana de Adviento
Evangelio según San Mateo 8,5-11.
Al entrar en Cafarnaún, se le acercó un centurión, rogándole”:
“Señor, mi sirviente está en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente”.
Jesús le dijo: “Yo mismo iré a curarlo”.
Pero el centurión respondió: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa; basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará.
Porque cuando yo, que no soy más que un oficial subalterno, digo a uno de los soldados que están a mis órdenes: ‘Ve’, él va, y a otro: ‘Ven’, él viene; y cuando digo a mi sirviente: ‘Tienes que hacer esto’, él lo hace”.
Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: “Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe.
Por eso les digo que muchos vendrán de Oriente y de Occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob, en el Reino de los Cielos”.
Reflexionemos
Eusebio de Cesárea (c. 265-340), obispo, teólogo e historiador
Demostración evangélica, II, 3, 35
«Muchos vendrán de oriente y de occidente y se sentarán… en el festín del Reino de los cielos»
Son numerosos los testimonios de la Escritura que enseñan que las naciones paganas no han recibido menos gracias que el pueblo judío. Si los judíos… participan de la bendición de Abrahán, el amigo de Dios, porque son sus descendientes, acordémonos de que Dios se comprometió en dar a los paganos una bendición semejante, no sólo a la de Abrahán, sino también a las de Isaac y Jacob. En efecto, explícitamente predijo que todas las naciones serían igualmente bendecidas e invitó a todos los pueblos a un solo y mismo gozo con los bienaventurados amigos de Dios: «¡Exultad, naciones, con su pueblo!» (Dt 32,43) y también: «Los príncipes de los gentiles se reúnen con el pueblo del Dios de Abrahán» (Sl 46,10).
Si Israel se gloría del Reino de Dios diciendo que ellos son los herederos, los oráculos divinos nos dicen que Dios reinará también sobre los demás pueblos: «Decid a los pueblos: el Señor es rey» (sl 95,10) y también: «Dios reina sobre las naciones» (Sl 46,9). Si los judíos fueron elegidos para ser los sacerdotes de Dios y darle culto…, la palabra de Dios ha prometido conceder a las naciones el mismo ministerio: «Familias de los pueblos, aclamad al Señor, aclamad la gloria y el poder del Señor. Entrad en sus atrios trayéndole ofrendas» (Sl 95, 7-8)…
Y si antaño, en un primer tiempo, «el lote del Señor fue Jacob, su pueblo, e Israel su parte de heredad» (Dt 32,9 LXX), en un segundo tiempo, la Escritura afirma que todos los pueblos serán dados al Señor en herencia, según la palabra del Padre: «Pídemelo, y te daré en herencia las naciones» (Sl 2,8). La profecía anuncia también que «dominará» no sólo en Judea, sino «de mar a mar, del Gran Río al confín de la tierra; todos los reyes se postrarán ante él, le servirán todas las naciones». (Sl 71, 8-11). Es así como el Dios del universo «da a conocer su victoria, revela a las naciones su justicia» (Sl 97,2).