Sábado de la trigésima cuarta semana del tiempo ordinario
Evangelio según San Lucas 21,34-36.
Jesús dijo a sus discípulos:
“Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que ese día no caiga de improviso sobre ustedes
como una trampa, porque sobrevendrá a todos los hombres en toda la tierra.
Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante el Hijo del hombre”.
San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia
Homilía sobre el salmo 95, 14-15, CCL 39, 1351-1353)
“Que se alegren los cielos y regocije la tierra…ante el Señor que viene” (Sal 96)
“Que griten de júbilo los árboles del bosque” (Sal 96,12). El Señor ha venido una primera vez para juzgar la tierra. Encontrará saltando de gozo a aquellos que han creído en su primera venida, “porque viene”. Aunque tú seas injusto ¿el juez no será justo? Porque tu eres un mentiroso ¿la verdad no será verídica? Si quieres hallar un juez misericordioso, sé tú misericordioso antes de que venga. Perdona si te han ofendido, da de los bienes que posees en abundancia.
Y ¿de qué darás sino de lo que has recibido? Si dieras de tus bienes serías generoso. Pero como das de lo que has recibido del Señor, no haces otra que cosa que restituir. “¿Qué tienes que no hayas recibido?” (1Cor 4,7). Estos son los sacrificios agradables a Dios: misericordia, humildad, agradecimiento, paz, caridad. Si aportamos estos dones, esperaremos con tranquilidad la llegada del juez “que viene a juzgar la tierra: gobernará el mundo con justicia, a las naciones con fidelidad” (Sal 96,13).