Jueves de la segunda semana de Pascua
Evangelio según San Juan 3,31-36.
El que viene de lo alto está por encima de todos. El que es de la tierra pertenece a la tierra y habla de la tierra. El que vino del cielo da testimonio de lo que ha visto y oído, pero nadie recibe su testimonio.
El que recibe su testimonio certifica que Dios es veraz.
El que Dios envió dice las palabras de Dios, porque Dios le da el Espíritu sin medida.
El Padre ama al Hijo y ha puesto todo en sus manos.
El que cree en el Hijo tiene Vida eterna. El que se niega a creer en el Hijo no verá la Vida, sino que la ira de Dios pesa sobre él.
Reflexionemos:
Afraates (¿-c. 345), monje, obispo cerca de Mossul
Las Disertaciones, nº 6
“Dios le da el Espíritu sin medida”
Si tú, a partir de un fuego primero enciendes muchos otros en muchos y diversos lugares, el primero no queda empequeñecido… Lo mismo es Dios son su Mesías; son uno a pesar de permanecer en multitud de hombres. El sol no empequeñece por el mero hecho de que su fuerza llege a toda la tierra. Y cuanto más grande es la fuerza de Dios puesto que es por su fuerza que existe el sol…
Para Moisés representaba una carga conducir él solo el campamento de Israel. El Señor le dijo: “Derramaré de tu mismo Espíritu sobre setenta hombres de entre los ancianos de Israel” (Nm 11,17) Cuando cogió del Espíritu de Moisés y los setenta hombres quedaron llenos de él ¿acaso disminuyó el Espíritu que habitaba en Moisés? ¿Acaso percibieron que Moisés tenía menos espíritu? El bienaventurado Pablo dice también: Dios repartió el Espíritu de Cristo, el Mesías, y lo envió a los profetas (1C 12,11.28). Pero el Mesías no estuvo perjudicado en nada, porque su Padre le dio el Espíritu sin medida.
Es en este sentido… que Cristo habita en los creyentes. No queda perjudicado en nada si es compartido con la multitud, porque es el Espíritu de Cristo que han recibido los profetas [del Nuevo Testamento], cada uno según lo que necesitaba. Y todavía hoy, es este mismo Espíritu de Cristo el que es derramado sobre toda carne a fin de que profeticen hijos e hijas, ancianos y jóvenes, siervos y siervas (Jl 3,1; Hch 2,17). El Mesías está en nosotros, y el Mesías está en el cielo a la derecha de su Padre. No ha recibido el Espíritu comedidamente, sino que su Padre lo ha amado y lo ha puesto todo en sus manos, dándole poder sobre todo su tesoro… Nuestro Señor dice también: “Todo me lo ha entregado mi Padre” (Mt 11,27)… En fin, el apóstol Pablo dice: “Todo será sometido a Cristo, salvo su Padre que todo se lo ha sometido. Al final, cuando todo esté sometido, entonces también el Hijo se someterá a Dios, al que se lo había sometido todo. Y así Dios lo será todo para todos” (1C 15, 27-28).