Sábado de la vigésima séptima semana del tiempo ordinario
Evangelio según San Lucas 11,27-28.
Cuando Jesús terminó de hablar, una mujer levantó la voz en medio de la multitud y le dijo: “¡Feliz el seno que te llevó y los pechos que te amamantaron!”.
Jesús le respondió: “Felices más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la practican”.
Reflexionemos
San Sofronio de Jerusalén (¿-639), monje, obispo
Homilía para la Anunciación 2; PG 87, 3, 3241
«Dichoso el vientre que te llevó»
«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo» (Lc 1,28). Oh Virgen María, ¿puede haber algo superior a este gozo? ¿Puede haber gracia más alta que ésta?… Verdaderamente «bendita eres entre todas las mujeres» (Lc 1,42), porque has transformado en bendición la maldición de Eva; porque Adán, que antiguamente había sido maldecido, por ti ha obtenido la bendición.
Verdaderamente «bendita eres entre todas las mujeres» porque, gracias a ti, la bendición del Padre ha sido derramada sobre los hombres y les ha librado de la antigua maldición.
Verdaderamente, «bendita eres entre todas las mujeres» porque gracias a ti, han sido salvados tus antepasados, porque eres tú quien va a engendrar al Salvador que les traerá la salvación.
Verdaderamente, «bendita eres entre todas las mujeres», porque sin haber recibido la semilla, has dado el fruto que procura a la tierra entera la bendición, y la rescata de la maldición de la que nacen las espinas.
Verdaderamente, «bendita eres entre todas las mujeres» porque siendo mujer por naturaleza, llegas a ser efectivamente Madre de Dios. Porque si aquel a quien darás a luz es verdaderamente Dios encarnado, a ti te llaman Madre de Dios con toda propiedad porque es verdaderamente Dios el que tú darás a luz.