Jueves de la vigésima séptima semana del tiempo ordinario
Evangelio según San Lucas 11,5-13.
Jesús dijo a sus discípulos:
“Supongamos que alguno de ustedes tiene un amigo y recurre a él a medianoche, para decirle: ‘Amigo, préstame tres panes,
porque uno de mis amigos llegó de viaje y no tengo nada que ofrecerle’,
y desde adentro él le responde: ‘No me fastidies; ahora la puerta está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados. No puedo levantarme para dártelos’.
Yo les aseguro que aunque él no se levante para dárselos por ser su amigo, se levantará al menos a causa de su insistencia y le dará todo lo necesario.
También les aseguro: pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá.
Porque el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre.
¿Hay entre ustedes algún padre que da a su hijo una piedra cuando le pide pan? ¿Y si le pide un pescado, le dará en su lugar una serpiente?
¿Y si le pide un huevo, le dará un escorpión?
Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan!”.
Reflexionemos
Simeón el Nuevo Teólogo (c. 949-1022), monje griego
Himnos, nº 29
«¿Cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?»
¿De dónde vienes? ¿Cómo penetras,
quiero decir en el interior de mi celda,
cerrada por todas partes?
Esto es, efectivamente, extraño,
sobrepasa la palabra y el pensamiento.
Pero ¡que tú vengas a mí,
de repente todo entero y brilles,
que te dejes ver en forma luminosa,
como la luna en su plena luz,
esto me deja sin poder pensar
y sin voz, Dios mío!
Sé muy bien que tú eres
el que ha venido para alumbrar
a los que están sentados en las tinieblas (Lc 1,79),
y estoy estupefacto, me quedo
sin sentido y sin palabras,
al ver una extraña maravilla
que sobrepasa a toda la creación,
a toda la naturaleza y a todas las palabras…
¿Cómo Dios está fuera del universo
por esencia y por naturaleza,
por poder y por gloria
y cómo habita también en todas partes y en todos,
pero de una manera especial en sus santos?
¿Cómo levanta su tabernáculo en ellos
de manera consciente y substancialmente,
él que está totalmente más allá de la sustancia?
¿Cómo está contenido en sus entrañas,
el que contiene toda la creación?
¿Cómo brilla en su corazón,
este corazón carnal y grueso?
¿Cómo está en el interior de éste,
cómo está fuera de todo,
y él mismo llena todas las cosas?
¿Cómo, día y noche,
brilla sin ser visto?
Dime ¿es que el espíritu del hombre
puede concebir estos misterio
o podrá expresarlos?
¡Ciertamente no! un ángel no podría,
ni un arcángel, explicártelo;
serían incapaces
de exponerte todo ello con palabras.
Es pues sólo el Espíritu de Dios, porque es divino,
quien conoce estos misterios y
sólo él los sabe porque sólo él
comparte la naturaleza, el trono y la eternidad
con el Hijo y el Padre.
Es, pues, a aquellos en quien el Espíritu resplandecerá
y a quienes se unirá liberalmente
que lo enseña todo de manera inexpresable…
Es como un ciego: si ve,
ve inmediatamente la luz
y seguidamente toda la creación
que está en la luz, ¡oh maravilla!
De la misma manera, el que ha sido iluminado
por el divino Espíritu en su alma,
inmediatamente entra en comunión con la luz
y contempla la luz,
la luz de Dios, Dios verdaderamente,
que también se lo enseña todo,
o mejor, lo que Dios decide,
todo lo que decide y lo que quiere.
A los que iluminará con su iluminación
les concede ver lo que está dentro de a luz divina.