Miércoles de la segunda semana de Pascua
Evangelio según San Juan 3,16-21.
Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.»
El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.
En esto consiste el juicio: la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas.
Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras sean descubiertas.
En cambio, el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras han sido hechas en Dios.
Reflexionemos
San Antonio de Padua (1195-1231), franciscano, doctor de la Iglesia
Homilías para el domingo y las fiestas de los santos
“Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo único”
El Padre nos ha enviado a su Hijo, que es “el don mejor, el don perfecto” (St 1,17). El don mejor, que ningún otro sobrepasa; el don perfecto al que nada se puede añadir. Cristo es el don mejor porque lo que el Padre nos da es su propio Hijo, soberano, eterno como Él. Cristo es el don perfecto, tal como lo dice el apóstol Pablo, “Con él, Dios nos lo ha dado todo” (Rm 8,32)… Nos ha dado a aquél “que es la cabeza de la Iglesia” (Ef 5,23). No podía darnos más. Cristo es el don perfecto porque, dándonoslo, el Padre ha llevado por él todas las cosas a su plenitud”.
“El Hijo del hombre, dice san Mateo, ha venido a salvar lo que estaba perdido” (18,11). Por eso la Iglesia exclama: “Cantad al Señor un cántico nuevo” (Sl 97,1), como si nos dijera: Oh fieles, vosotros a quienes el Hijo del hombre ha salvado y renovado, cantad un cántico nuevo, porque debéis “rechazar todo lo que es antiguo, ahora que se os dan los frutos nuevos” (Lv 26,10). Cantad, porque el Padre “ha hecho maravillas” (sl 97,1) cuando nos ha enviado todo don perfecto, que es su Hijo. “El Señor revela a las naciones su justicia” (Sl 97,2) cuando nos ha dado todo don perfecto, que es su único Hijo, que justifica las naciones y lleva todas las cosas a su perfección.