Martes de la decimoséptima semana del tiempo ordinario
Evangelio según San Mateo 13,36-43.
Entonces, dejando a la multitud, Jesús regresó a la casa; sus discípulos se acercaron y le dijeron: “Explícanos la parábola de la cizaña en el campo”.
El les respondió: “El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre;
el campo es el mundo; la buena semilla son los que pertenecen al Reino; la cizaña son los que pertenecen al Maligno,
y el enemigo que la siembra es el demonio; la cosecha es el fin del mundo y los cosechadores son los ángeles.
Así como se arranca la cizaña y se la quema en el fuego, de la misma manera sucederá al fin del mundo.
El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y estos quitarán de su Reino todos los escándalos y a los que hicieron el mal,
y los arrojarán en el horno ardiente: allí habrá llanto y rechinar de dientes.
Entonces los justos resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre. ¡El que tenga oídos, que oiga!”
Reflexionemos
San Hilario (c. 315-367), obispo de Poitiers y doctor de la Iglesia
La Trinidad, XI, 39-40
“Los justos resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre”
“Cristo le devolverá el Reino a su Padre”, dice san Pablo (1Co 15,24), no en sentido de que renunciaría a su poder devolviéndole su Reino, sino porque somos nosotros quienes seremos el Reino de Dios, cuando hayamos sido hechos conforme a la gloria de su cuerpo, constituidos Reino de Dios por la glorificación de su cuerpo. Es a nosotros a quienes devolverá al Padre, como Reino, según lo que está dicho en el Evangelio: “Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del reino preparado para vosotros desde la creación del mundo” (Mt 25,34).
“Los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre”. Porque el Hijo le entregará a Dios, como su Reino, a aquellos a los que convidó a su Reino, a aquellos a quienes prometió la bienaventuranza de este misterio, por estas palabras: “Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios” (Mt 5,8)… he aquí que aquellos que devuelve a su Padre como su Reino, ven a Dios.
El Señor mismo explicó a sus apóstoles en qué consiste este Reino: “El Reino de Dios está dentro de vosotros” (Lc 17,21). Y si alguno quiere saber quién es el que devuelve el Reino, que escuche: “Cristo resucitó de entre los muertos, para ser entre los muertos el primer resucitado. Ya que la muerte vino por un hombre, también por un hombre viene la resurrección ” (1Co 15,20-21). Todo esto concierne al misterio del Cuerpo, porque Cristo es el primer resucitado de entre los muertos… Es pues, para el progreso de la humanidad asumida por Cristo, que “Dios lo será todo en todos” (1Co 15,28).