Martes de la decimoquinta semana del tiempo ordinario
Evangelio según San Mateo 11,20-24.
Jesús comenzó a recriminar a aquellas ciudades donde había realizado más milagros, porque no se habían convertido.
“¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si los milagros realizados entre ustedes se hubieran hecho en Tiro y en Sidón, hace tiempo que se habrían convertido, poniéndose cilicio y cubriéndose con ceniza.
Yo les aseguro que, en el día del Juicio, Tiro y Sidón serán tratadas menos rigurosamente que ustedes.
Y tú, Cafarnaún, ¿acaso crees que serás elevada hasta el cielo? No, serás precipitada hasta el infierno. Porque si los milagros realizados en ti se hubieran hecho en Sodoma, esa ciudad aún existiría.
Yo les aseguro que, en el día del Juicio, la tierra de Sodoma será tratada menos rigurosamente que tú”.
Reflexionemos
San Jerónimo (347-420), sacerdote, traductor de la Biblia, doctor de la Iglesia
Comentario el profeta Joel; PL 25, 667 (trad. cfr breviario: viernes, XXI semana; rev.)
Jesús llama a la conversión a las ciudades de Galilea
“El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la cólera, rico en piedad; no se complace en la muerte del malvado sino en que cambie de conducta y viva” (Jl 2,13). No es impaciente como el hombre sino que espera sin prisas nuestra conversión y sabe retirar su malicia de nosotros de manera que, si nos convertimos de nuestros pecados, él retira de nosotros sus castigos y aparta de nosotros sus amenazas, cambiando ante nuestro cambio…
Sin embargo, el profeta, que acaba de decir: “El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad y sabe retirar su malicia”, a fin de que la magnitud de su clemencia no nos haga negligentes en el bien, añade el profeta: “Quizá se arrepienta y nos perdone y nos deje todavía su bendición” (v. 14). Por eso dice, yo, por mi parte, exhorto a la penitencia y reconozco que Dios es infinitamente misericordioso, como dice el profeta David: “Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa” (Sl 50,3). Pero, como sea que no podemos conocer hasta donde llega el abismo de las riquezas y sabiduría de Dios (Rm 11,33), prefiero ser discreto en mis afirmaciones y decir sin presunción: “Quizá se arrepienta y nos perdone”. Al decir “quizá” ya está indicando que se trata de algo o bien imposible o por lo menos difícil.