Miércoles de la trigésima cuarta semana del tiempo ordinario
Evangelio según San Lucas 21,12-19.
Jesús dijo a sus discípulos:
«Los detendrán, los perseguirán, los entregarán a las sinagogas y serán encarcelados; los llevarán ante reyes y gobernadores a causa de mi Nombre,
y esto les sucederá para que puedan dar testimonio de mí.
Tengan bien presente que no deberán preparar su defensa,
porque yo mismo les daré una elocuencia y una sabiduría que ninguno de sus adversarios podrá resistir ni contradecir.
Serán entregados hasta por sus propios padres y hermanos, por sus parientes y amigos; y a muchos de ustedes los matarán.
Serán odiados por todos a causa de mi Nombre.
Pero ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza.
Gracias a la constancia salvarán sus vidas.»
Reflexionemos
San Cipriano (c. 200-258), obispo de Cartago y mártir
Los efectos de la paciencia, 13.15
“Si os mantenéis firmes conseguiréis salvaros.” (Lc 21,19)
Nuestro Señor y Maestro nos ha dado este mandamiento para nuestra salvación: “El que persevere hasta el fin se salvará.” (Mt 10,22)… Nuestra fe y nuestra esperanza se fundamentan precisamente en el hecho de ser cristianos. Con todo, para que la fe y la esperanza puedan llevar frutos es necesaria la paciencia. No buscamos la gloria de este mundo sino la gloria futura. El apóstol Pablo nos advierte: “Hemos sido salvados en esperanza. Ver lo que se espera ya no es esperanza. Lo que se ve ¿cómo lo vamos a esperar? Pero si esperamos lo que no vemos, estamos aguardando con perseverancia” (Rm 8,24-25).
En otro pasaje, Pablo enseña lo mismo a los justos que trabajan para fructificar los dones de Dios, granjeándose así frutos más abundantes en el cielo…: “Siempre que tengamos oportunidad, hagamos el bien a todos y especialmente a los hermanos en la fe. No nos cansemos de hacer el bien” (cf Gal 6, 10.9) …Y cuando Pablo habla de la caridad añade la paciencia y la perseverancia: “El amor es paciente y bondadoso; no tiene envidia, ni orgullo, ni jactancia…, no se irrita ni lleva cuentas del mal…; Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo aguanta” (1Cor 13,3-7). Así demuestra que el amor es capaz de perseverar hasta el fin, porque soporta todo.
Todavía en otro pasaje dice: “Sed humildes, amables y pacientes. Soportaos los unos a los otros con amor. Mostraos solícitos en conservar, mediante el vínculo de la paz, la unidad que es fruto del Espíritu” (Ef 4,2-3). El apóstol nos enseña aquí que los hermanos no pueden guardar la unidad ni la paz si no se animan mutuamente a soportarse y si no guardan el vínculo de la concordia por medio de la paciencia.