Evangelio Hoy

Sábado de la decimoséptima semana del tiempo ordinarioherodes-juan-bautista

Evangelio según San Mateo 14,1-12.

En aquel tiempo, la fama de Jesús llegó a oídos del tetrarca Herodes,
y él dijo a sus allegados: “Este es Juan el Bautista; ha resucitado de entre los muertos, y por eso se manifiestan en él poderes milagrosos”.
Herodes, en efecto, había hecho arrestar, encadenar y encarcelar a Juan, a causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe,
porque Juan le decía: “No te es lícito tenerla”.
Herodes quería matarlo, pero tenía miedo del pueblo, que consideraba a Juan un profeta.
El día en que Herodes festejaba su cumpleaños, la hija de Herodías bailó en público, y le agradó tanto a Herodes
que prometió bajo juramento darle lo que pidiera.
Instigada por su madre, ella dijo: “Tráeme aquí sobre una bandeja la cabeza de Juan el Bautista”.
El rey se entristeció, pero a causa de su juramento y por los convidados, ordenó que se la dieran
y mandó decapitar a Juan en la cárcel.
Su cabeza fue llevada sobre una bandeja y entregada a la joven, y esta la presentó a su madre.
Los discípulos de Juan recogieron el cadáver, lo sepultaron y después fueron a informar a Jesús.

Reflexionemos

San Juan Crisóstomo (c. 345-407), presbítero en Antioquía, después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia
Homilía sobre San Mateo, nº 48

La muerte de Juan el Bautista

“Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista.” Y Dios lo permitió, no lanzó su rayo desde lo alto de los cielos para devorar a ese rostro insolente; no ordenó a la tierra que se abriera para engullir a los invitados a este banquete horrible. Dios dio así una corona más bella al justo y dejó una magnífica consolación a los que, en el futuro, serían también víctimas de semejantes injusticias. Escuchemos, pues, todos los que a pesar de nuestra vida honesta, tenemos que sufrir de parte de los malvados… El más grande de los nacidos de mujer (Lc 7,28) ha sido asesinado a petición de una hija impúdica, de una mujer perdida; Y todo ello por haber defendido las leyes divinas. Que estas consideraciones nos hagan soportar valientemente nuestros propios sufrimientos…

Pero fíjate en el tono moderado del evangelista, el cual, en la medida de lo posible, busca circunstancias atenuantes a este crimen. En cuanto a Herodes, hace notar que actúa así “a causa del juramento hecho delante de los invitados” y que “se entristeció”; en cuanto a la joven hace notar que había sido “aconsejada por su madre”… Igualmente nosotros, no odiemos a los malvados, no critiquemos las faltas del prójimo sino que, escondámoslas tan discretamente como nos sea posible; que la caridad encuentre cobijo en nuestras almas. Porque en lo que se refiere a esta mujer impúdica y sanguinaria, el evangelista ha hablado con toda la moderación posible… Tú, por el contrario, no dudas en tratar a tu prójimo con malicia… Toda la diferencia está en la manera de actuar de los santos; lloran por los pecadores en lugar de maldecirlos. Hagamos como ellos; lloremos por Herodías y por los que la imitan. Porque hoy día vemos muchos banquetes del mismo estilo del de Herodes; cierto que no se da muerte al Precursor, pero en ellos se destroza a los miembros de Cristo.

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