SÁBADO, 25 DE MARZO, ANUNCIACIÓN
“Quiero vivir para Él como tú y declararme también su esclavo para que se haga en mí su palabra”
Si hay un cuadro en todo el Evangelio que me llega al corazón y hacer volar mi imaginación y mi sensibilidad Jesús es este de la anunciación de tu nacimiento y tu encarnación a la Virgen María.
Las palabras sobran y puedo detener el tiempo, mi mirada, mis oídos y mi corazón viendo cómo sucedió todo. Este fue el plan decretado por tu Padre para dar inicio a la salvación de la humanidad. Y para ello eligió a tu madre, la mujer más hermosa, aquella coronada con todas las virtudes, aquella en fin, que fue Inmaculada, para que te recibiese en su seno con toda la dignidad y la pureza que te merecías.
Es un cuadro de alegría, y así se lo hace saber el Ángel Gabriel a tu madre. La llama, no por su nombre, sino llena de gracia, porque a partir de ahora, ésta será su mayor gloria. Y es llena de gracia porque el Señor está con ella, y a partir de hoy, el Hijo de Dios, estará en ella. ¿Qué habrá sentido tu madre? El Evangelio dice que se turbó aunque creo que lo que sintió no logra traducirse en palabras. El esperado de todas las naciones, el esperado de todas las generaciones ha llegado y está en su seno.
El Ángel viéndola, le tiene que decir que no tenga miedo. Quizás una reacción muy normal al darse cuenta del tamaño del anuncio que recibía. Y así, el Ángel explica lo que va a pasar y ella queriendo entender entra en diálogo con él para conocer mejor cómo poder ser fiel al plan de Dios.
Meditar y preparar su corazón para acogerte, ésta fue la preparación de María, pues ella en realidad ya te había acogido en su corazón. ¡Cuánto que aprender! Primero debo acogerte en mi corazón para después aceptar lo que me pidas, con sencillez y voluntad.
Entender para servir mejor, es lo que quiere María. ¿Cómo sucederá esto porque quiero ser la mejor madre, la mejor servidora, la mejor esclava del Señor? Así actúa tu madre. ¿Y yo? Muchas veces cuestiono para escaparme de tus planes no para servirte mejor. Todo un reto y todo un ejemplo a seguir.
Hoy Jesús, espero que no te moleste, me volteo y me dirijo a tu Madre, quiero que ella me enseñe a acoger tus mensajes con su sencillez y docilidad.
Madre mía, aquí está tu hijo, abrázame y llévame a tu corazón, para que aprenda del tuyo a amar a aquel que llegó a habitarte. Quiero vivir para Él como tú y declararme también su esclavo para que se haga en mí su palabra.