Evangelio Hoy

Sábado de la quinta semana del tiempo ordinario

Evangelio según San Marcos 8,1-10. 

En esos días, volvió a reunirse una gran multitud, y como no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: 
“Me da pena esta multitud, porque hace tres días que están conmigo y no tienen qué comer. 
Si los mando en ayunas a sus casas, van a desfallecer en el camino, y algunos han venido de lejos”. 
Los discípulos le preguntaron: “¿Cómo se podría conseguir pan en este lugar desierto para darles de comer?”. 
El les dijo: “¿Cuántos panes tienen ustedes?”. Ellos respondieron: “Siete”. 
Entonces él ordenó a la multitud que se sentara en el suelo, después tomó los siete panes, dio gracias, los partió y los fue entregando a sus discípulos para que los distribuyeran. Ellos los repartieron entre la multitud. 
Tenían, además, unos cuantos pescados pequeños, y después de pronunciar la bendición sobre ellos, mandó que también los repartieran. 
Comieron hasta saciarse y todavía se recogieron siete canastas con lo que había sobrado. 
Eran unas cuatro mil personas. Luego Jesús los despidió. 
En seguida subió a la barca con sus discípulos y fue a la región de Dalmanuta. 

Reflexionemos

San Ambrosio (c. 340-397), obispo de Milán y doctor de la Iglesia
Comentario al evangelio de Lucas, VI, 73-88

«Si los despido a sus casas en ayunas, se van a desmayar por el camino»

Señor Jesús, sé muy bien que no quieres dejar en ayunas a esas gentes aquí conmigo, sino alimentarles con el pan que les distribuyas; así, fortificados con tu alimento, no temerán desfallecer de hambre. Sé muy bien que tampoco a nosotros nos quieres enviar en ayunas… Tú lo has dicho: no quieres que desfallezcan por el camino, es decir, que desfallezcan a lo largo del camino de esta vida, antes de llegar al término de la ruta, antes de llegar al Padre y comprender que tú vienes del Padre…

El Señor tiene compasión, a fin de que nadie desfallezca por el camino… Igual que hace llover sobre justos e injustos (Mt 5,45), nutre tanto a los justos como a los injustos. ¿No es, acaso, gracias a la fuerza del alimento recibido que el profeta Elías, desfallecido en el camino, pudo caminar cuarenta días? (1R 19,8). Este alimento se lo dio un ángel; pero a vosotros es el mismo Cristo quien os alimenta. Si conserváis el alimento así recibido, seréis capaces de caminar no cuarenta días y cuarenta noches…, sino durante cuarenta años, desde la salida de vuestros confines de Egipto hasta vuestra llegada a la tierra de la abundancia, la tierra que mana leche y miel (Ex 3,8)…

Cristo comparte los víveres, y quiere, sin duda alguna, dar a todos. No rechaza a nadie sino que provee a todos. Sin embargo, cuando parte los panes y los da a sus discípulos, si no tendéis la mano para recibir vuestro alimento, vais a desfallecer durante el camino… Este pan que parte Jesús, es el misterio de la palabra de Dios: cuando se distribuye, aumenta. Tan sólo con unas pocas palabras Jesús ha dado a todos los pueblos un alimento superabundante. Nos ha dado sus palabras como panes, y mientras los saboreamos, se multiplican más en nuestra boca… Mientras las multitudes comen, siguen aumentando los pedazos de pan de tal manera que, los restos, al final, son muchos más que los panes compartidos.

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